domingo, 9 de mayo de 2010

Los crímenes de los siete pecados capitales y una biblioteca


Cuando el teniente William Somerset se hastió de permanecer en casa durante una noche de insomnio, decidió abandonarla cogiendo un taxi. En cuanto estuvo a bordo, pausadamente encomió al taxista que se alejase de la ciudad tanto como pudiese. De esta forma, el detective llegó hasta una biblioteca.

Deberíamos perdonarle al director que el lugar más lejano de una ciudad fuese una biblioteca, lo que nos aporta mucha información, puesto que, para qué vivir en un lugar que siempre está lloviendo, del que sus habitantes, asqueados, nunca pronuncian el nombre y se refieren a ella como aquí o maldita ciudad. Sin embargo, como ya se apuntó en La biblioteca en la narrativa y el cine, el papel de la biblioteca en esta película es el del espacio clave de búsqueda de algún dato que ayude a desvelar un misterio o solucionar un problema. El detective estudia en la biblioteca unos libros para comprender el patrón que seguía el asesino de la película Seven. Como curiosidad, que puede considerarse pifia, Somerset llevaba puesta una camisa cuando sube al taxi, mientras que lleva otra distinta cuando llega a la biblioteca, por lo que podemos llegar a la conclusión que se trata de momentos distintos y la biblioteca no está tan lejos de la ciudad.

Poster de la película SevenEn Seven (o Se7en), disponemos de dos elementos bibliotecarios cruciales para hacer progresar la trama. El primero de ellos ya lo hemos revelado, la investigación de Somerset dentro de la biblioteca, mientras que el segundo parecía pertenecer a la paranoia norteamericana de ser investigados y vigilados por el Gobierno de Estados Unidos. Algo que ya se ha convertido en una realidad mediante el Patriot Act.

Pero comencemos por el principio, William Somerset (Morgan Freeman) es un policía al que le restan 7 días para jubilarse, mientras que David Mills (Brad Pitt) es un detective recién llegado a la ciudad con mucha ambición y poca paciencia. Somerset y Mills son dos personas completamente distintas, el primero es sereno, reflexivo y culto; mientras que el segundo es joven, impulsivo y no sabe calcular las consecuencias de sus actos. Cuando ambos acuden a la investigación de una muerte de una persona obesa, no pueden imaginar que se van a enfrentar al caso de un asesino en serie (Aunque Somerset lo intuye y quiere que lo aparten del caso), hasta que una segunda muerte al día siguiente les señala la excepcionalidad de los crímenes. El asesino ha querido dejar dos mensajes escritos en forma de pecados capitales: Gula y avaricia, por lo que Somerset supone que habrá cinco más correspondientes al resto de pecados: Lujuria, ira, soberbia, pereza y envidia.

Mills y Somerset abordan el caso de formas distintas, mientras que el primero repasa una y otra vez las pruebas tratando de encontrar alguna pista, el segundo acude a una biblioteca para hallar y estudiar los libros mediante los cuales el asesino se podría haber inspirado. Somerset entra a la biblioteca de noche, cuando ésta se encuentra cerrada y custodiada por seis vigilantes. Cinco de ellos se encuentran jugando al poker mientras que otro se halla en la puerta. Somerset en tono jocoso les reprende que porqué rodeados de tantos saberes, pueden preferir jugar a las cartas. Por supuesto que las contestaciones que recibe son en el mismo tono, a bases de risas y bromas.

Así pues, el veterano detective comienza sus estudios paseándose por las estanterías de aquella biblioteca, sin bibliotecario, y, aparentemente, sin necesidad de consultar el catálogo, empieza a seleccionar libros de las estanterías. Básicamente, en la película se hace referencia a dos de ellos: Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer y la Divina Comedia de Dante.

La información recopilada durante aquella noche se la transmite al joven Mills a la mañana siguiente y por supuesto que éste no deja de leer los textos referenciados por el teniente para intentar comprender los actos del asesino. Sin embargo, sus lecturas no les ayudarán a conocer la identidad del perseguido, por lo cual deciden acudir de nuevo a los servicios bibliotecarios, en este caso, excepcionales.

Es entonces cuando Somerset confirma a Mills que el FBI dispone de un registro de libros prohibidos que prestados aleatoriamente no suelen aportar mayores problemas, pero que si se empiezan a solicitar libros muy próximos entre sí, en forma de patrón, los agentes federales acabarán investigando a esa persona. Mills se muestra completamente excéptico, sin embargo Somerset, mediante un contacto en la organización, compra una lista de usuarios de bibliotecas que han tomado prestados alguno de los libros que el detective señala mediante un listado. Por supuesto que esta vez sí, analizando la lista de usuarios, encuentran al asesino y llegan hasta la puerta de su casa.

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