domingo, 9 de mayo de 2010

El día de mañana buscadme en una biblioteca

Imaginemos que el cambio climático ha comenzado, aceptemos que funciona con efecto dominó que no necesita de años para mostrarse, sino que en un breve lapso de tiempo la naturaleza es capaz de mostrar todo su poder destructor y puede llegar a congelar todo el hemisferio norte en el plazo de tres semanas (El Sur, como siempre, tiene poca importancia y aquí no se le dedica tiempo). La película apocalíptica El día de mañana nos trata de ilustrar sobre los efectos catastróficos que, supuestamente, podrían llegar a darse si el Hombre no comienza a preocuparse por el medio ambiente, la contaminación, el efecto invernadero y la descongelación de los polos, sobre todo el del norte que es regula las corrientes marinas.

He de admitir que esta película no la hubiese visto si no me hubieran advertido que salía una biblioteca en ella; por lo que con un poco de paciencia y esperando una aparición breve de la biblioteca, la visioné entera. El resultado es un tanto hilarante, ¿Los Ángeles (California) barrida literalmente por cinco tornados?, pero dispone de su fondo moralizante para los estadounidenses (Público objetivo en este caso). Del resto de la humanidad poco se sabe, excepto los amigos japoneses al principio, que sufren una severa granizada que es capaz de matar a un hombre poco avispado, los indios, porque los norteamericanos hacen una conferencia allí, y los mexicanos que son los encargados de acoger a los americanos que huyen hacia el sur para escapar del frío atroz. La vieja Europa tiene un pequeño papel con una estación meteorológica perdida al norte de las islas británicas en la que todos sus componentes mueren, al igual que un escuadrón de helicópteros que son congelados durante la misión de evacuar a la Familia Real Británica (Que suponemos que también mueren, Dios salve a la Reina).

El cambio climático, un proceso que debería ser detectado a lo largo del tiempo y que actualmente la comunidad científica no tiene demasiado claro si ya se está produciendo, es acelerado en esta cinta de dos horas en la que se nos muestra su desarrollo a lo largo de tres semanas. Es obvio que si se alargasen en el tiempo los efectos del cambio climático y muriese de viejo el protagonista Jack Hall, interpretado por Dennis Quaid, tendríamos un problema de empatía con el público, por lo que no habría historia que contar. Para más inri, el protagonista es un metereólogo al que nadie desea hacer caso (¿cambio climático? Paparruchas). Por supuesto que el vicepresidente de los Estados Unidos lo obvia, pero es que en su centro de trabajo no es que sea un referente aunque lo intente. Sin embargo, poco a poco irá encontrando evidencias de que tiene razón, cuando el frío ya comienza a congelar Canadá, claro.

En esta biblioteca no funcina la calefacción desde hace tiempo.

Pero, ¿de qué sirve permanecer en una biblioteca durante el cambio climático? Muchas películas se han cansado de destruir Nueva York, que si monstruos gigantescos (Godzilla) que si extraterrestres (Independence Day) o meteoritos (Armadeggon), ¿por qué no congelarla? Y es lo que aquí se persigue y se consigue, eso sí, si antes cazábamos fantasmas en la Biblioteca Pública de Nueva York, la misma biblioteca se convierte en refugio de aquellos que han podido escapar de las ola gigantes (Uno tsunamis un tanto raros y demasiado súbitos) que barren la ciudad debido al descongelamiento de los polos terrestres… Para que después se cree una supercélula, que se comporta de forma inversa a un huracán, congelando todo lo que encuentra a su paso de forma instantánea incluyendo los polos (!), y que finalmente congela a la mayoría de supervivientes. Así que si de las lluvias torrenciales, pasamos a la nieve y de la nieve a un frío capaz de congelar el mismísimo infierno; ¿de qué nos sirve la biblioteca? La verdad es que de poco, ya que el edificio en sí no es muy valioso sin electricidad, aunque sí el combustible que conserva en forma de papel… Libros.

En este caso, se nos muestra la biblioclastia necesaria, la necesidad de sobrevivir a cualquier precio. Y no hay mejor combustible que los libros; las mesas, las sillas o las estanterías que también la pueblan tienen poco poder calórico, debemos de saber que en una chimenea es mejor quemar libros. Tras un momento de estupefacción por parte de los empleados de la biblioteca, aceptan la idea no sin antes discutir si es lícito permitir la quema de los libros de Nietszche, se trata de un genio del siglo XIX según afirma el bibliotecario, aunque siempre es mejor tener a mano unos cuantos mamotretos con las leyes del estado o de la ciudad que quemar al filósofo alemán enamorado de su hermana.

Nuestros dos bibliotecarios quema libros por necesidad

Pero es que los bibliotecarios, además de realizar la selección de lo que puede ser quemado y lo que no, deciden velar por la memoria del ser humano, así que el bibliotecario convencido que debe salvar una parte pequeña de la historia de la Humanidad decide albergar bajo su tutela un ejemplar de la Biblia de Gutenberg… Increíble, yo pensando que las biblias que se conservaban en los Estados Unidos permanecían guardadas en universidades y no en bibliotecas públicas. Por lo visto, el bibliotecario deseoso de guardar la memoria, no le importa sacrificarla con tal de salvarse y salvar un libro, algo que a pesar de ser ficción, no le podemos reprochar, claro.

Sólo diré que, visto lo visto, espero que en el futuro las bibliotecas sigan teniendo libros y no sólo ordenadores (si es que existen), porque si no ¿cómo podremos sobrevivir como especie?

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